miércoles, 10 de febrero de 2010

#7 ~ 04.01.10

Curio Bay-Dunedin-Milton (378/23.574km) Itinerario

Mientras Alan se quedó en coche, Chechu y yo desafiamos a las circunstancias y hemos dormido en la tienda de campaña, apodada "Turning Torso" debido a la manera tan curiosa en que quedó montada.


Milagrosamente sigue en pie, pero el frío, la lluvia y el viento nos despiertan. Serán las 6.30 y hay que ir a ver a los pingüinos.


Sí, hace frío, y yo con mi ropa de verano... no parece que sea verano, pero supongo que por eso mismo podemos ir a ver pingüinos a Curio Bay. Si bien la mejor hora para ver a los pingüinos es sobre las 7.00, los leones marinos y los delfines es más tarde.



Por desgracia, el frío nos desanima, aunque sí que vemos a un león marino herido (no es el de la foto).


De camino a Dunedin, pasamos por Cannibal Bay. No quisiera saber el porqué de ese nombre, aunque he de reconocer que la playa es preciosa y hay un montón de leones marinos.


Dunedin, que significa Edimburgo en gaélico (Dun=burgh, edin=Edin) es una curiosa ciudad cuya plaza principal es un octógono y cuyas calles son... digamos familiares (Princes, George, Queen...). Es aquí donde como la mejor hamburguesa de mi vida... Si alguna vez pasáis por allí, no dejéis de ir a Velvet burger.


Es en esta ciudad donde se puede encontrar la calle más empinada del mundo, Baldwin St (record Guiness). Parece coña, pero hay que subir ahí arriba para poder contarlo. Todos los años se organiza una carrera a ver quien es el que antes sube y baja de ahí...


Después de Dunedin, nos adentramos en la península de Otago. 45 minutos conduciendo para ir al único asentamiento "público" de albatros del mundo. Por desgracia, llegamos tarde por 5 minutos y, con cara de circunstancias nos tuvimos que dar la vuelta. No obstante, somos obsequiados con paisajes, más pingüinos y leones marinos.


De los días anteriores nos queda la espinita clavada de sobrevolar los fiordos, así que acordamos intentar realizar el vuelo desde Queeenstown. Carretera y manta: la noche nos sorprende en Milton.

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